La ciudad no es para los ciudadanos porque lo más importante son los consumidores. Desde hace tiempo que las facciones políticas que apuestan por la economía sobre el bienestar han evitado cualquier disimulo, por lo que aumentan nuestros problemas a la hora de disfrutar de los tesoros que nos rodean.
Los museos de Madrid son un buen ejemplo. Cada vez es más incómodo visitar algunos de ellos y parece que se busca convertirlos en la sala del Louvre donde está La Gioconda. Centrarse en algunas obras es complicado por la acumulación de personas y los grupos organizados. Bueno, al menos si no eres muy famoso.
La semana pasada se hicieron virales las imágenes de Dua Lipa en el Museo del Prado. Una acción en la que la cantante pudo disfrutar del que dice que es su cuadro favorito, El jardín de las delicias. Ella y el museo lo mostraron en redes sociales.
Al momento se abrieron dos puntos de vista enfrentados: los que lo celebraron al verlo como algo positivo o por admirar a Dua Lipa y los críticos. Yo, en verdad, estoy más con los segundos.
De momento no me quedaré con que haya podido grabarse con el cuadro, algo prohibido para evitar (más) aglomeraciones, sino con otros aspectos. El primero es la posibilidad negada que tenemos el resto de personas de disfrutar de ese cuadro así, o los de Goya o Velázquez. Ir al museo es un acto que requiere de suspiros y capacidad para transigir con comportamientos que se multiplican por la masificación.
En verdad siempre está lleno, tanto que podemos preguntarnos la necesidad de hacer esta llamada al turismo de masas. Los que viven en Madrid ya suelen hacer largas colas para entrar cuando hay campañas de acceso gratuito, lo mismo da que sean nocturnas.
Eso me lleva al segundo punto, ¿a quién le habla Dua Lipa como para hacerla merecedora de ese prestigio? No tengo nada que criticar a su labor como artista, pero digamos que es su fama y no sus acercamientos al arte pictórico lo que ha propiciado el lujo que hemos visto en el museo.
Comprendería, no sin incomodidad, algo así con el difunto David Lynch, por ejemplo, incluso con el infame Marilyn Manson, pero ver a Dua Lipa disfrutando como no podemos hacerlo ninguno llega a molestarme.
También está lo estético, la muestra del museo como... un espacio de pose y poco más. ¿Qué hay de enriquecedor en ver a Dua Lipa allí? ¿Qué aporta a cualquiera que vea su publicación? Le gusta ese cuadro, bien. ¿Algo más? ¿Hay discurso, aprendizaje o más subtexto que el de ver a Dua Lipa y de fondo la obra de El Bosco? Esto hace más por moldear la imagen pública de ella y no la del museo.
Para terminar, volviendo al tema de la cámara y grabarse, tal como he dicho antes: el motivo de la prohibición que sufrimos los demás no tiene sentido con ella, pero apuntaré que quizá sí hay una cuestión de pudor que nos habla de mostrar el privilegio.
Grabarse y disfrutar en soledad de un museo tan visitado es un acto de fomento del turismo que también dice mucho sobre no entender que ese espacio debe hablarle al ciudadano, o se acaba convirtiendo en un parque de atracciones.
Norman Mailer y lo que se puede decir de algunos políticos
En la carta abierta que Norman Mailer escribió a Fidel Castro se pueden encontrar algunas de las ideas que muchos tenemos en la cabeza a la hora de hablar de algunos gobernantes.
John F. Kennedy acababa de ser nombrado presidente y el escritor, que coincidió con él en algún evento, lo describió de este modo:
Me dio la impresión de ser un hombre valiente y complicado; sin duda, es inteligente. Pero pensé que tenía un defecto al que no pude dar nombre. No un defecto interesante, maligno, decadente ni extraordinario, sino más bien la sensación de que estaba muerto y apagado en pequeñas zonas en que algunos de nosotros todavía estamos vivos. Es posible que no comprenda algunas de las emociones necesarias y vitales de la mayoría de la gente, o que carezca de ellas.
Para aumentar todavía más la cercanía que se puede sentir hacia esa descripción, Mailer confesaba que había sido la primera vez en doce años en que fue a votar. Por supuesto, a Kennedy.
Cito lo cotidiano de esa descripción al pensar en las elecciones españolas, donde muchos votan a políticos de los que opinan, sin ocultarlo demasiado, que son estúpidos o que tal vez sufren problemas mentales. Se debe admitir que puede ser complicado colocarse en la tesitura de defender la lucidez de algunos.
Abandonar el beneficio propio en pos de la defensa de unos valores es un acto que se da en cualquier extremo ideológico, y este sacrificio puede verse en el apoyo a políticos claramente enfermos.
Es evidente que toda esta diatriba sin mucho orden viene de las novedades electorales que hemos vivido en la última década.
Al menos, en la misma carta, Norman Mailer le escribió a Fidel Castro algo que deberíamos aplicarnos a nosotros mismos como votantes y activistas:
Es usted el único que puede mostrar al mundo que un revolucionario no pertenece a nadie, que no es posible predecir sus acciones porque está poseído por una visión: el revolucionario sabe que el mundo debe mejorar sin respiro o de lo contrario no habrá humanidad, sino únicamente superestados, máquinas interminables y hombres vacíos que huyen de la noche presas del terror de la eternidad.
Si quieres seguirme en redes sociales, tengo cuenta en Bluesky e Instagram.
Por último, si piensas que mi newsletter puede interesarle a alguien, no dudes en reenviar este correo. Compartir es gozar.
Qué maravilla esto. De lo mejor que he visto en esta plataforma. Gracias